En 2001 el Festival de Berlín concedía, por primera vez en su historia, el Oso de Oro a una película de animación. Este hecho provocó que Hayao Miyazaki saliese del reducto de aficionados al anime y se abriese a un público más amplio, que aún así seguía siendo reducido. “El viaje de Chihiro” se podría entender como un “Alicia en el país de la maravillas” convertido en pesadilla feliz.
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