El cantante asturiano endosó sus 11 nuevas canciones con su voz rasposa y de garrafón en la malsonante sala La Riviera. Se hace raro ver a Melendi en diciembre, periodo en que las barbies de extrarradio y sus reglamentarios churris suburbiales andan algo mohínos, preocupados por la primera evaluación y los engorros familiares, abrigaditos hasta las orejas y sin apenas margen para el alboroto hormonal. Claro que el ahora también animador televisivo es un artista en pos de su madurez, como ya proclamaba con su anterior Volvamos a empezar.
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