Durante la Primera Guerra Mundial, en Serbia, los soldados británicos y búlgaros intercambiaban mensajes con un método tan sencillo como curioso. Dejaban los mensajes escritos en pequeñas notas que clavaban en los árboles a medida que las líneas iban y venían, y los árboles que un día estaban en la zona de un bando estaban al día siguiente en el bando contrario.
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