Cuando trabajaba en un centro de llamadas, silenciaba el teléfono en lugar de contestarlo. Cuando trabajaba en un pub, se escapaba del edificio e iba a otro pub cercano a tomar una pinta. Su mejor trabajo fue como funcionario. Se tomaba una hora para desayunar y dos para almorzar. Nadie dijo nada nunca. Cuando comenzó la pandemia, Gavin, que ahora trabajaba como ingeniero de software, se dio cuenta, para su inagotable alegría, de que podía salirse con la suya haciendo menos trabajo del que jamás había soñado, desde la comodidad de su hogar.
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