Algún día debería contarse la historia de cómo la música ha salvado, literalmente, a tanta gente de una muerte temprana y violenta. Y esto va por los que la hacen, y también por los que la escuchan. Su compañía, su calor, en su condición inequívocamente humana, es un misterio eterno. Es así de asombroso. Porque la música nos ampara y nos ayuda a evadirnos, para empezar, de nosotros mismos. Después, es una de las más efectivas armas contra el tedio, el miedo, la literalidad del momento, el futuro y los demás.
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