Cambiar las letras por las imágenes, las redes sociales por las conversaciones cara a cara y los libros por las series en serie ha venido acompañado por una analfabetización soterrada, más precariedad laboral y una inaudita desorientación moral y política. La natividad digital era esto: renunciar a promover el amor al saber y el honor de construir un carácter grande e indomable a cambio de un entretenimiento sin límites. La natividad digital es un mito, y además un timo; el lucrativo e indigno proyecto de acostumbrarnos a malvivir en Matrix.
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