Para ser útil, el escepticismo tiene que ser racional e informado. No se trata de rechazar neciamente todo dato nuevo, sino de exigir la evidencia suficiente para confiar en él (sin que deje por ello de estar sujeto a una constante revisión). Sobre todo en los casos en que lo aseverado va en contra del conocimiento convencional: afirmaciones excepcionales requieren de pruebas excepcionales.
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