¿Sería bonito, verdad, poder predecir el devenir de la economía mediante una máquina? Bonito, simple y terriblemente práctico. Con sólo echarla a andar desaparecerían del mundo las recesiones, las crisis y los cracks, las ideologías morirían con la feliz naturalidad con la que murió Operación Triunfo y se revelarían inútiles las agencias de calificación, la CNMV, el BCE, el FMI y otras grandes BPV –burras pintadas de verde– de la precognosciencia financiera. Pues bien; esa máquina tan prodigiosa llegó a inventarse.
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