El conflicto palestino-israelí tiene un grave problema: los adjetivos no les dejan ver el bosque, ni el sol. Tampoco nos dejan ver a nosotros, los que financiamos la ausencia de paz. Con los adjetivos en la cartuchera, en las bocachas de los lanzadores de los cohetes Qasam, en el fuselaje de los F-16 y de los helicópteros Apache, en muchas crónicas periodísticas que toman partido es imposible el diálogo honesto.
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