En un lejano castillo, apartados de las miradas, los dos grandes señores feudales se reúnen para poner en común los problemas de los últimos tiempos. Hablan de agricultura y comercio, de cómo incrementar su poder y mantener sus intereses a salvo. Todo marcha bien hasta que surge una diferencia importante: el trato que se debe dar a los vasallos. Ambos aceptan que la tortura es un instrumento útil de control, así como los ajusticiamientos por la vía rápida. Otros métodos, coinciden, no harían más que entorpecer su mutuo progreso.
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