A inicios de diciembre de 2019 los presidentes de Rusia y China pusieron en marcha el gasoducto más largo del mundo, que suministrará en treinta años un billón de metros cúbicos de gas a China con un contrato fijo, lo que significa evitar la inestabilidad en los suministros o los precios.Este contrato representa, frente al hegemonismo de EE. UU, un importante paso en el desarrollo económico, tecnológico y geopolítico de ambos países basado en el respeto y el beneficio mutuo. Por sus tuberías fluye ya un mundo multipolar.
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