A menudo, mientras leo sentado algún libro sobre barcos, batallas navales, terrestres o episodios históricos de esos que a un servidor le ponen la piel de gallina –existen infinidad de historias reales del pasado que desconocemos, dignas de la mejor novela de acción–, imagino poder presenciarlos de cuerpo presente. Observar con mis propios ojos a Cosme Damián Churruca dirigiendo al San Juan Nepomuceno a la batalla de Trafalgar, a Napoleón visitando impotente esa España que jamás conseguiría domar
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