(...)tras unos segundos sin pasar nada pude escuchar con cierta nitidez, por encima de la música que tenía en los oídos, mi nombre, susurrado en la lejanía. Me quité uno de los cascos y miré a mi compañero, él ya me estaba mirando y dijo: “Sí, están gritando tu nombre a todo pulmón por la oficina”. No tuvo que decirme quién era, yo ya sabía quién era el que estaba pegando alaridos como un descosido. Cogí el teléfono y llamé a la responsable del departamento de ventas internacionales.
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