Nadie podía suponer que aquel intrépido profesional dejase usar su púlpito para que se difundiesen bulos de extrema derecha. Nada hacía sospechar que fuese a pasar lo que está pasando. Que un adalid del periodismo libre, independiente y equilibrado (bueno, equilibrado lo justo), por mucho que se hubiese criado a los pechos del empresario de la construcción y el fútbol más mimado por todos los poderes de España, resultase ser una pieza importante del engranaje de las llamadas cloacas del Estado.
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