Las guerras consisten en matar y morir. Esto las convierte en asuntos apasionantes, que rozan lo metafísico. Cuando se trata de combatir sobre el terreno, no hay guerras tecnocráticas, limpias y ecuánimes, libradas en el campo de batalla con la Convención de La Haya sobre Guerra Terrestre en la mano. Si hay que elegir entre cometer un crimen de guerra o morir, los soldados no se lo piensan mucho. Tampoco pueden dejar de odiar a quienes quieren matarlos, lo que hace más fácil matarlos primero por precaución.
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