Las nuevas experiencias se vuelven especialmente importantes a medida que envejecemos, ya que al ser algo no familiar, nuestro cerebro necesita más tiempo para procesar la información, provocando la agradable sensación de que el tiempo se detiene. ¿Por qué aquellos veranos de la infancia parecía no terminar nunca? Por la misma razón: El conocimiento de lo desconocido, el descubrimiento constante de nuevas experiencias, hacían que el tiempo fuera más lento. En castellano (parcialmente traducido):
j.mp/jscUXg