“Cuando seas padre, comerás huevos” es una inquietante sentencia que, si bien ha caído en desuso, todavía resuena como una promesa o una amenaza, según se mire… y sobre todo, según sean los dígitos rojos que adornan sus cáscaras. En ellos está la clave. Hace poco compré pollo de corral en el mercado, y la tendera me advirtió “¿Seguro que lo quiere de corral? Se me han quejado clientas porque dicen que sabe mucho a pollo”.
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