De entre los muchos "horrores" lingüísticos que es posible escuchar en boca de los hablantes, o incluso leer en pluma de escribidores, uno de los más horrísonos, sin duda, es el "olor de multitudes". Se usa esta expresión para definir la escena en la que alguien es aclamado por las masas después de haber logrado alguna gesta digna de mención o de haberse hecho acreedor del reconocimiento masivo. ¿Pueden imaginar cómo huele una multitud? ¿Merece algo o alguien ser alabado o elogiado con semejante aroma multitudinario?
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