En los libros de historia de Nueva York existe un vacío. Son los primeros cuarenta años de la ciudad. Los que van del asentamiento holandés original, en 1625, a la conquista por los ingleses, en 1664. Entonces se llamaba Nueva Ámsterdam y ocupaba la punta sur de Manhattan, donde se alzan hoy los rascacielos de Wall Street. Su recuerdo no suele ocupar más que un par de líneas en los manuales, aunque aquella comunidad forjó el carácter de la ciudad.
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