Mientras los solteros se ocupaban en hacer amistades, «o simplemente pasar una jornada divertida», como coincidieron en declarar muchos de ellos, los casados se plantaron delantales blancos y se ocuparon de cocinar el menú, que se completaba con borreguito y cochino, y luego servirlo, para que sus paisanos tuvieran tiempo de atender a las invitadas
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