Cuesta entender, incluso si le añadimos la etiqueta de “corporativo”, que no se remuevan las tripas a tantos periodistas que con solo dedicar unas palabras o declaraciones podrían estar contribuyendo a que se respeten los derechos de Pablo, tal como si vemos que hacen cuando alguna periodista es encarcelada, por ejemplo en Rusia, o un ciudadano español es detenido en un país extranjero, aunque haya cometido el más horrendo crimen. Hay un muro informativo alzado contra Pablo.
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