Un hombre mezcló su saliva con la de otra persona para cambiar un análisis de ADN y no reconocer así a un hijo. Sabía que el niño que había tenido aquella mujer con la que mantenía relaciones sexuales era suyo. Pero no quería reconocerlo. No quería esa carga.La mujer llevó el caso a los tribunales y el juez ordenó la prueba del algodón: el ADN. Ya no tenía escapatoria. Recurrió a la picaresca, algo vomitiva en este caso:LLEVÒ UN BOTECITO CON SALIVA DE OTRA PERSONA Y SE LA INTRODUJO EN LA BOCA POCO ANTES DE QUE LE TOMASEN LA MUESTRA.
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