Es lo que diferencia una sociedad atrasada de un Estado de Derecho. Es lo que nos falta en España, y sólo puede conseguirse mediante un cambio de mentalidad de las nuevas generaciones. Lamentablemente, la escoria que nos gobierna se empeña en bombardearles con su podrida lógica a cada instante.
El caso Cifuentes resulta especialmente sangrante porque afecta de lleno a la universidad. Allí donde se forman los nuevos ciudadanos, y donde debería enseñárseles con palabras y actos que todos tenemos un valor idéntico, que los privilegios de casta son cosa del pasado, que los ciudadanos somos dueños del Estado y que éste sólo tiene sentido si se pone al servicio del interés general. Lamentablemente, el mensaje de prostitución de lo público es más intenso que nunca, y también llama a la prostitución de los individuos.
Usar estructuras creadas con los impuestos de todos para el interés de unos pocos. Llamar a los jóvenes a que se dejen escupir para integrarse en el escalafón más bajo de esa pirámide de podredumbre, donde se debe ofrendar a los que ocupan los puestos superiores para ascender. La primera ofrenda será la propia ética, la segunda la dignidad, y detrás de ellas irán un sinfin de favores sucios. Para subir peldaños no cuentan los méritos, sino tu disposición a dejarte sodomizar y lo agradable que resulte tu ano para el preboste de turno.
Pero esta lógica feudal no se ciñe a la universidad, sino que se extiende por todas las estructuras del Estado. Se imputa terrorismo a gente de los CDR sin que se les haya incautado un mal cóctel molotov (no digamos ya armas o explosivos) y sin que hayan provocado un sólo herido, ni hayan realizado atentado alguno. Pero son los CDR. No pasaría lo mismo si fuesen neonazis con lanzagranadas elpais.com/ccaa/2014/07/29/valencia/1406644268_563134.html
Lo hemos visto en los ERE de Andalucía, en el sinfin de enchufados que pueblan las administraciones, en los esfuerzos del Gobierno para controlar la Justicia y debilitar los resortes que le impidan saltarse la igualdad ante la ley, privilegiando a sus amigos y castigando a sus enemigos. La maldita filosofía del "usted no sabe con quién está hablando" que antepone el grado de cercanía del sujeto con el poder a los derechos y obligaciones que le otorga la ley.
"No me importa quién seas, ni lo cercano o lejano que estés a mi ideología, ni lo que puedas beneficiarme con tus favores o perjudicarme con tus represalias. Sólo me importa el estatus que te reconoce el Derecho, un Derecho nacido de la voluntad general, de un Parlamento controlado por la ciudadanía y de una participación ciudadana directa en la política a través de vías de democracia participativa como el referendum. Te trataré exclusivamente conforme el Derecho marca, y actuaré de acuerdo con los protocolos que dispone, porque es el único modo de asegurar el buen funcionamiento del Estado y dar a los españoles que lo sostienen con sus impuestos el respeto que merecen". Si consiguiéramos que una sola generación creyese en estos principios, España dejaría de ser el cortijo postfranquista del que hoy me avergüenzo.
Y por cierto, el master de Cifuentes no es el chocolate del loro. Quien está dispuesto a violar la ley y defecar sobre una universidad por una minucia que le permita engordar un poco su curriculum, será capaz de cometer las peores atrocidades por una recompensa mayor. Quien estafa para ganar 10 euros, estará dispuesto a matar por 1000. Cuanto más bajo es el precio por el que te vendes, menos confianza mereces. Y gentuza de esa índole no puede ocupar un cargo público. Sin perjuicio de que, independientemente del beneficio obtenido, violar los principios de mérito y capacidad e instrumentalizar una institución en beneficio propio es el peor crimen que puede cometer un político.