"Podemos hablar de bidones locuaces o de marmitas vandálicas", dice Rafael Cippolini. Algunos asienten con una media sonrisa, otros fruncen el ceño, pensativos. El maestro explica cómo del cruce de dos imaginarios surge un vínculo que marca la singularidad objetual: la locuacidad de un recipiente hermético o la maldad desatada de una olla con tapa. Y explica, también, cómo no hay labor más loable que dedicarse a pensar sobre la inutilidad.
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