A mediados de la década de 1960 Henri Breault ejercía como jefe de pediatría en el Hospital Hotel Dieu de Windsor (Ontario, Canadá) y se dio cuenta que anualmente se atendía en el centro sanitario a alrededor de un millar de niños que eran ingresados por intoxicación tras haber ingerido, accidentalmente, medicamentos que habían sido dejados al alcance de éstos por algún descuido de sus padres.
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