El gobierno nazi estaba tan enfurecido con un perro entrenado para imitar a Hitler que inició una campaña obsesiva contra su dueño finlandés, según documentos descubiertos recientemente. En plena Segunda Guerra Mundial, el ministerio de Relaciones Exteriores en Berlín ordenó a sus diplomáticos en el país nórdico, aliado de los nazis, que reunieran pruebas sobre el perro e incluso planearon destruir la empresa farmacéutica de mayoreo del dueño del animal.
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