Se han quedado en paro, con el agua al cuello, y viven con el estrés de saber que, si no pagan la hipoteca, van a la calle. Además, algunas entidades financieras les intimidan. Les llaman por teléfono, a todas horas, al trabajo; localizan a familiares, y les recuerdan todo lo que les puede pasar si no pagan: figurar en las listas de morosos, que les embarguen la nómina, quedarse en la calle, que les quiten el piso a sus padres, la pensión a su abuela, la custodia de los hijos si pierden la vivienda...
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