Llegan a la comisaría con el semblante de víctimas. Cuentan una historia, su historia, pero siempre hay detalles que no cuadran. Cuando los policías les aprietan las tuercas en el interrogatorio, la mayoría se derrumba y confiesa la verdad. «No son delincuentes, sino personas mal aconsejadas», comenta un agente que ha tenido enfrente a muchos embusteros y ha tenido que detenerlos por mentir.
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