Pese a la difícil situación en las regiones de Japón afectadas por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo, que pareció alcanzaría incluso a la confortable capital Tokio, los japoneses no se empujan en los mostradores de las tiendas, arrebatándose unos a otros las mercancías ni merodean en los supermercados destruidos.
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