Si el cronista fuera católico, que no, porque es laicista y ni siquiera está bautizado, agradecería a Zapatero y a la delegada del Gobierno en Madrid, Dolores Carrión, haber facilitado el acoso y la humillación masiva de creyentes en escenas de gran crueldad, que muestra al mundo que se tolera una persecución religiosa en España.
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