Se trata de armas consideradas «no letales» que lanzan una descarga de 50.000 voltios. Cuando el agente dispara a una distancia de 7,6 metros, salen dos cables que se prenden con una aguja en la ropa del individuo a detener y causa la parálisis total y momentánea de los músculos del cuerpo, aunque sigue conservando la vista, el oído y la consciencia. Una vez se deja de disparar, la persona se supone que recupera su estado normal.
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