Las navidades pasadas Adam Lanza, un joven de 20 años de Connecticut, entraba en el colegio Sandy Hook y se llevaba por delante a base de tiros a 27 niños. El aterrador incidente, ocurrido en un país en donde las Asociación Nacional del Rifle reclama lo conveniente de que hasta la portera tenga una escopeta al lado del mocho, tardó poco en saltar a los periódicos teñido de alarma social sobre el peligro en potencia de los videojuegos y similares formas de entretenimiento de la juventud.
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