Del puerto burgalés de Pancorbo hacia arriba impera la creencia de que el ciclismo siempre fue cosa de vascos. Las célebres fábricas eibarresas Orbea y BH de la posguerra, el fervor histórico hacia los muchos ídolos locales del sillín y la pasión con que la afición vasca viaja cientos de kilómetros a montañas vecinas para ver pasar al pelotón aportan razones para así creerlo. Por ello, la mayoría aún digiere mal que la Vuelta, la mayor prueba ciclista de España, haya sumado 33 años sin pisar el País Vasco, escenario de grandes hazañas.