Viajar no era algo común en la antigüedad. Para la inmensa mayoría de la población la vida transcurría prácticamente en su totalidad en el espacio que podían cubrir a pie entre la salida y la puesta del sol. Lo que venían a ser, como mucho, unos treinta o cuarenta kilómetros a la redonda del lugar donde uno vivía”. Los desplazamientos más largos estaban reservados para soldados, comerciantes “y otras gentes de mal vivir”.
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