«En el 82 me fui a Boston para estudiar el cáncer de próstata. Tenía que hacer un test y no me salía una prueba bien. Fue un fracaso completo, creían que había contaminado el laboratorio y el problema era que los tubos de plástico donde guardaba los sueros de los enfermos se estrogenizaban. Empezamos a tirar del hilo y vi que el plástico era el que estaba interfiriendo en mi trabajo.»
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