A mi hijo de cuatro años le gustan las princesitas. Y las muñecas. Si lo llevo a una juguetería, se pasa más tiempo en la sección de niñas que en ninguna otra. Sugiere juguetes para su hermana, que termina usando él. Y si le pregunto su color favorito, la respuesta es un contundente “rosado”. Siempre he defendido que los niños no se aferren a los clichés de género. Que no pasa nada si les gusta la Barbie o si saltan la liga. Ya me sé todo el rollo de la igualdad. Pero igual, esto me pone muy nervioso...
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