Los nuevos “nichos ecológicos”, en los que se crían niños, disponen de espacios cada vez más reducidos o limitados, no respetando el sistema evolutivo. El humano no solo muestra comportamientos cada vez más parecidos a los reptiles, despreciando las funciones cerebrales superiores; también ocurren cambios a nivel muscular y óseo, producto de no moverse lo adecuado, permanecer sentado y dormir desmintiendo el ritmo circadiano. Cuando se mide la hormona de crecimiento, la cifra en reposo no es la misma después de una actividad física.
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