Una mañana de abril de 1998, a Luis Soriano se le "prendió el bombillo". Estaba sentado en la puerta de su casa, pensando qué hacer para que sus 35 alumnos de la escuela rural de La Gloria -en el departamento de Magdalena, al norte de Colombia- cumplieran con sus tareas. Casi siempre las dejaban en blanco porque no tenían libros donde investigar.
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