Si miramos una planta al sol, es difícil no sentir un poco de envidia. Ahí están, día tras día, extrayendo grandes cantidades de combustible a partir de la luz solar, al tiempo que expelen el nada cuestionable oxígeno que necesitamos para respirar. Nuestra hazañas en la toma de combustible son ruinosamente costosas, y perjudiciales en comparación: extraer el carbón, petróleo o el gas del suelo y quemarlo produce mucho más dióxido de carbono planetario del que cualquiera pueda utilizar. Nadie dijo que la fotosíntesis fuese fácil.
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