Prometen que van a acabar con el desempleo, aseguran que pondrán fin a la crisis y garantizan que el futuro próximo será mucho más próspero y brillante con ellos al mando. Da igual qué siglas lleven en la bandera los políticos que hacen estas promesas. Cada día son más los ciudadanos que pierden la fe en sus dirigentes, y la credibilidad de los partidos tradicionales está bajo mínimos, ¿por qué no apostar por partidos cuyas promesas electorales, de tan locas, son imposibles de cumplir?