María, brasileña de 33 años y madre de dos hijos, lleva siete en España. Pero dos de esos años –los transcurridos desde 2006 a 2008– los pasó en un lugar muy distinto. Aunque vivía en Madrid, estaba encerrada en un inframundo sin más contacto con el exterior que el que tenía con sus proxenetas y con sus clientes, que «no querían saber nada», amenazada y sin posibilidad de huir...
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