Aseguran muchos analistas y políticos que las inyecciones monetarias y el gasto público nos salvaron de una depresión en 2008. No lo creo: es verdad que se redujo el shock, pero a cambio no se redujo el sufrimiento sino que se alargó, se socializó y se difirió. Antes de aventurarse a promover estas políticas, Paulson y, desde luego, Bernanke bien podrían haber consultado con Woody Allen, uno de los más célebres expertos en depresiones y psicoterapias.
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