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El punto más vital del sistema: la dirección de la cañería del desagüe

Eres niño y tus padres o compañeros más fuertes cometen un abuso contra ti. Pegarte, humillarte o cualquier otro acto arbitrario que te causa dolor. Sientes rabia y frustración a raudales que liberas haciendo lo mismo a otro niño más débil. Puede que a largo plazo acabes convirtiéndote en un sadico, o simplemente en un cobarde que libera sus demonios con quien no puede defenderse. El hecho de que a ti te hayan hecho lo mismo no vuelve tu conducta menos miserable.

Obtienes tu primer trabajo y el jefe impone la realización de horas extras no retribuidas porque "en el horario laboral estáis rindiendo muy poco". Sabes que es ilegal pero no te atreves a denunciarlo. Por eso liberas tu bilis cuchicheando contra el compañero más indefenso y diciéndoles a los demás que todo ha pasado por culpa suya, porque es un vago que siempre llega tarde.

Prosigue tu vida laboral y los abusos de tu jefe son cada vez más asiduos. Para ser normal, te has casado y has tenido hijos. Siempre que llegas a tu casa tras una bronca de tu jefe o una reducción salarial, los gritos que sueltas se oyen desde todo el vecindario. Tus hijos son quienes sufren esos gritos, a pesar de que ningún niño debería padecer violencia en casa, ni física ni psicológica. A pesar de que no tienen culpa de que seas un cobarde, y de que no están preparados para beber de un veneno que puede acabar convirtiéndoles en un ser tan patético como tú.

Un día llega a tu trabajo un empleado pakistaní. Se rumorea que el jefe le está pagando menos que a los demás, y que el acepta porque no tiene otra forma de subsistencia. Se dice que con la excusa de que el pakistaní admite un sueldo más bajo, os lo van a bajar a todos. Sabes que la bajada es ilegal y podrías revocarla en los juzgados, pero no tienes narices. Así que prefieres despotricar contra los putos moros que nos roban el trabajo.

Finalmente os bajan el sueldo, y cuando regresas a casa dispuesto a volver a usar a tus hijos como saco de boxeo emocional, encuentras a un mendigo en la calle. Por fin un momento de felicidad: puedes mirarlo y alegrarte de que no eres como el. Eres mejor que el, y toda tu trayectoria vital así lo acredita.

El sistema precisa para funcionar de una estructura de desagüe formado por millones de cañerías descendentes. Cada tramo contiene toneladas de mierda que son depositadas en el siguiente más bajo, por lo que los tramos inferiores soportan toda la mierda acumulada de los superiores. Así todas las piezas siguen funcionando, y ninguna estalla (más bien la mayoría, pues siempre hay alguna que se suicida o, en los paises con permiso de armas, coge una metralleta y arrasa su centro de trabajo o educativo).

Imaginate que colocamos una pieza en forma de U en cada uno de los tramos inferiores, que provoca que las toneladas de mierda que genera el sistema cada día vuelven hacia arriba y anegan los tramos superiores del mismo. Esos tramos que las han provocado. Si los arquitectos del sistema no logran arrancar esas piezas con forma de U, todo tendrá que remodelarse, reduciéndose drásticamente la generación de residuos y habilitándose vías de evacuación que no tengan como fundamento el abuso del relativamente fuerte sobre el débil. Pero para ello hace falta asumir nuestra cobardía y decidirnos a lanzar contra las alturas cada pegote de mierda que nos caiga. Es más difícil que asumir la inercia de empujarlo hacia abajo, pero es la única forma de recuperar nuestra dignidad y vislumbrar un futuro donde seamos personas y no alimañas.