Nunca había viajado solo en tren la noche entera. En la estación, mi madre no paró de lagrimear. Menos mal que no vio a mis compañeros de viaje: tres gachís pintadísimas y minifalderas, que iban a Madrid a ser artistas, y dos legionarios, uno de ellos mulato, despechugados y con las braguetas como melones, de lo estrecho que les quedaba el pantalón. Como el tren venía de Cádiz, ellos ya estaban cenando unos bocadillos de arenque que a mi madre le habrían revuelto el estómago. El legionario mulato se pasó muy despacio la lengua por los labios...
|
etiquetas: pureza , eduardo mendicutti , mi primera vez , tren , orgía