Imagine que le encargan un puzle. Para ello le dan tan sólo tres tipos de piezas y cuatro únicas formas de combinarlas entre sí. ¿Hasta dónde llegaría con tan pocos ingredientes y reducidas posibilidades de conjugarlos entre sí? Pues hasta un puzle tan rico, complejo y lleno de fascinación y sorpresa como el universo entero. Y es que, en última instancia, el cosmos no es más que una combinación de tres piezas básicas y cuatro maneras de conjugarlas entre sí. Unas reglas simples con las que construir una gran complejidad.
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