Y atiende tú también, nena. Que por «Señora» me refiero también a ti, joven lustrosa y casadera, porque resulta que ya dijeron en la Real Academia de la Lengua Española (sí, ellos, hombres en su mayoría) que el término «señorita» casi que nos ninguneaba, ya que a ningún hombre, aun siendo un pimpollo en edad de merecer, se le llamaba «señorito». Y que bla, bla y bla. Por comparación.
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