Es el sueño de cualquier mortal: recibir un sueldo mensual y vitalicio simplemente por haber tenido la suerte de nacer en un país que se pueda permitir pagarle esa renta. ¿Méritos? Haber nacido y ser ciudadano del territorio que tenga fondos suficientes para abonar ese premio a cada uno de sus nacionales. El agraciado lo podrá reclamar entonces con un argumento supremo: porque yo me lo merezco. El principal problema no es que haya quien se oponga a ello, sino quién o quiénes serán los que pongan los fondos con que pagar tales sueldos.
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