Vivimos tiempos de quimiofobia. A la vez que buscamos la tecnología más puntera, en el ámbito de la comida la rechazamos, y preferimos la comida “hecha por la abuela”, “natural”, “orgánica”, “biológica”. Sin embargo, lo natural no es necesariamente más saludable que lo químico. De hecho, la diferencia entre natural y químico es difusa. Además, la naturaleza desarrolla compuestos más impredecibles que los sintetizados en un laboratorio.
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