En 1985, cuando era profesor de Teología en Tubinga, Ratzinger conoció el Camino a través de algunos de sus estudiantes, y, "favorablemente impresionado", ayudó a exportar el modelo a Alemania, según el movimiento de Argüello. Lo cierto es que el hoy Papa había sido tibio hacia el Camino. Por un lado, veía con malos ojos su liturgia heterodoxa; por otro, simpatizaba con su "alegría contagiosa". El tiempo y el fervor mostrado hacia los kikos por Juan Pablo II debieron ayudarle a decidirse.
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