La distancia entre la política y el interés general se abre cada día más como una “i griega” infinita. La cola del paro, los desahucios, los rescates bancarios, los sueldos indecentes para dilapidadores públicos, los cargos vitalicios, las comisiones ensobradas y el chocolate suizo llaman a gritos a una regeneración democrática para alumbrar no sé si una sociedad más justa, pero sí más limpia. Una regeneración que pasa por listas abiertas, limitación de mandatos, fin de privilegios a los políticos y condenas ejemplarizantes por corrupción.
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